El actor y escritor alemán ha fallecido a los 83 años

Había trabajado en más de 100 películas, había sido productor audiovisual y crítico gastronómico -era ésta una de las razones que explicaban sus apabullantes 140 kilos de peso-, pero a Peter Berling el éxito no le llegó de verdad hasta pasados los 60, cuando protagonizó uno de los fenómenos más estruendosos de la literatura histórica de aventuras de los 90. Sin previo aviso, llegó a las librerías un volumen tan grueso como su propio tronco, 881 páginas ambientadas en las Cruzadas -en España se tradujo en 1995, a través de la editorial Anaya; el original alemán es de 1991- que respondía al título de Los hijos del grial. De repente, todo el mundo lo compraba y lo leía: había cátaros, templarios, sociedades secretas, todo lo que se podía esperar de un festín de enigmas esotéricos.

Hasta ese momento, Peter Berling había sido un hombre de cine y televisión: como actor, había estado a las órdenes de dos de los grandes directores de la ola vanguardista de la Alemania de los 70, Herzog y Fassbinder, y era en definitiva una personalidad respetada y veterana de la cultura alemana del milagro económico. Escribía, hacía televisión, tenía pequeños papeles. Pero el éxito de Los hijos del grial se disparó hasta la estratosfera, y desde entonces se dedicó fundamentalmente a escribir, a menos que recibiera una llamada para trabajar con Scorsese-Gangs de Nueva York- o Béla Tarr -Sátántangó-.